jueves, 31 de marzo de 2016

LA VERDAD OCULTA


No son misterios insondables los que azoran a la Alianza de Tranviarios de México (ATM). Visiblemente, son intereses por conquistar un gremio que pueda ser usado de trampolín para futuras operaciones monetarias y políticas por parte de quienes hoy ejecutan cargos de importancia y de gran impacto para el Servicio de Transportes Eléctricos (STE).
Tal es el caso de su director Eduardo Venadero, quien no tiene la más remota idea de las necesidades que requiere la Ciudad de México (CDMX) en cuanto a transporte se refiere. Esto último, es posible mencionarlo con fundamento, sin que resulten ser palabras echadas al viento, como pregón populista. Es decir, se mencionan y se ponen a consideración de quien así lo desee, los enlaces correspondientes para consultar la ficha curricular de Venadero, donde las cosas están muy claras, pasó de ser activista para un partido a director de una empresa que brinda un servicio de primera necesidad, donde están involucrados los derechos y beneficios de los capitalinos en cuanto a un transporte económico, limpio y sustentable se refiere.
Si a ésta falta de ética laboral, le sumamos los intereses mezquinos de un seudo político, que en su haber cuenta con una trayectoria clientelar y actúa como verdadero mercenario, incluso con licencia para socavar los derechos de los capitalinos y hoy, los derechos laborales de los agremiados a la ATM; entonces la situación por supuesto que empeora y los hechos así lo demuestran con los graves problemas sindicales que hoy enfrentan los trabajadores del transporte eléctrico.
Por supuesto, todo ese florilegio de insulsos, no son dignos del director del STE, Venadero es minúsculo ante el verdadero ser maquiavélico que está detrás de todo el embrollo. De Venadero Medinilla le son propios los hilos con los que es manejado por el actor intelectual de toda la maraña de irregularidades y violaciones flagrantes a los estatutos de la ATM, es decir, el Secretario de Movilidad de la CDMX.


Héctor Serrano Cortés, en su afanosa insistencia de preponderar el síndrome de superioridad que lo caracteriza, recurre a la frase “el jefe de gobierno soy yo”. Lo dice, lo cree y lo que es peor, así lo hace a diestra y siniestra, con acciones en lo que él considera necesario hacer no con el fin de ayudar a los demás, ni con la intención de resolver los problemas de transporte de la CDMX, tampoco con la finalidad de atender los asuntos de movilidad que lo requieren; sino con todo el descaro de obtener poder por el poder. Supremacía absoluta es la prioridad de Serrano, al grado que en su aventurera premisa, se le ha olvidado el verdadero quehacer político, en su lugar se ha dedicado a sobornar a cuantos más pueda para manipularlos después. Toda una línea de corrupción y des hato, le han caracterizado durante los últimos años, ya nadie lo quiere dentro de las filas de su partido, pero tampoco hay quien se atreva a mantenerlo a raya, impensable llevarlo ante las autoridades correspondientes para someterlo a juicio y hacer que reciba todo el peso de la ley, ya que, irónicamente, Serrano ha puesto en el poder a quienes hoy podrían detenerlo. Este personaje de minúscula moralidad, es dueño de un plan esdrújulo, malévolo, donde el beneficio es para él y para nadie más y si para conseguirlo tiene que pasar por encima de una empresa, de un sindicato, de una base trabajadora, por encima de las familias de los trabajadores; así lo hará sin el menor remordimiento.

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